Christmas, sweet Christmas…
Las Navidades brindan una magnífica oportunidad para aparcar desacuerdos y compartir, con amigos y familiares, tardes placenteras alrededor de una mesa. Nada es más agradable que respirar la ilusión y la alegría que se perciben en el aire junto a un buen postre y un tazón fumante de chocolate.
Y nosotros, fieles a las tradiciones más dulces, hemos ido a visitar a los amigos de Sheffield.
Nuestro intento es sencillo: congregar a siete estudiantes que eligieron a esta empresa, líder en programas de idiomas, para cursar un año académico entero o bien perfeccionar un idioma en el extranjero.
¿Para qué?
Para que nos refieran, de primera mano, como vivieron un momento tan exclusivo como él de las Navidades y, ¿por qué no? alguna curiosidad sobre la gastronomía local de los Países que los hospedaron.
Silvia, anfitriona de Sheffield, nos abre la puerta de la oficina con su enorme sonrisa. Enseguida percibimos en el aire el perfume del chocolate que nos espera. Saludamos a Marcos, Iván, Andrea, Isabel, Diego, Beltrán y Abril. Cada uno ha venido de un lugar diferente de la Península: Madrid, Logroño, Castellón, Toro, Cartagena, Vigo y Bilbao. Les une la pasión por los idiomas y las ganas de explorar el mundo.
Empieza a romper el hielo, Abril, la más dicharachera: “Soy guía turística profesional y viajé con Sheffield a Italia. Allí hice un curso de italiano avanzado e historia del arte. Pasé mis Navidades en Milán. Recuerdo con mucho afecto los puestos de artesanía y dulces que alberga el Mercado de la célebre Piazza del Duomo, el día de San Ambrosio (patrón de la ciudad). Además todos los escaparates de las tiendas de moda se visten de luz y color por la ocasión. La comida navideña típica de allí es el pescado. Yo celebré la víspera del día de Navidad, junto con mi familia anfitriona, con un gran banquete (el “cenone”) y terminé, faltaría más, con el típico postre italiano: il panettone. Una obra maestra de repostería hecha con forma de cúpula, rellena de uvas pasas y fruta confitada. Se necesita de mucho tiempo para prepararlo”.
Viene el turno de Iván, que cursó el primer curso de bachillerato en Alemania: “El recuerdo de mis Navidades en Berlin está unido al patinaje. Fui a practicar mi afición, bien abrigadito, nada menos que en Potsdamer Platz. Con mis amigos y mis padres alemanes, Kurt y Renate, fuimos allí para ver un majestuoso árbol de navidad, el más grande de la ciudad y, obviamente, hubo tiempo para visitar los puestos del mercadillo de Gendarmenmarkt, la Konzerthouse y probar un trozo generoso del mítico Christstollen. Es un dulce antiquísimo (sus orígenes se remontan al siglo XIV) que consiste en una masa de levadura, mantequilla y harina a la que se añaden uvas pasas y pieles de limón y naranja confitados. ¡Una delicia!”
Prosigue Isabel, que celebró la Navidad junto con su profesora en Paris:” Fui directa a la capital, hace un par de años, para realizar un curso individual de francés y finanzas. Los amigos de Sheffield estudiaron mis necesidades y me aconsejaron la Ciudad de la Luz. Me alojé en casa de la docente, Nicol y celebré con ella y sus hijas la Navidad. Vivía en un piso muy mono, muy cerca de Notre Dame: allá, en la propia explanada, erigen cada navidad un abeto enorme que decoran con mucho esmero. Es realmente precioso pasear por la zona por la noche, cuando se encienden las luces y cambian de color constantemente. En Francia es muy típico comer un postre llamado Bûche de Noël (Tronco de Navidad). Su forma es la de un tronco, listo para la chimenea. Es una tradición que se remonta a la Europa precristiana, cuando se quemaba en el hogar un tronco de madera, de árboles frutales, para celebrar el solsticio de invierno y alejar los malos espíritus. El postre actual se prepara enrollando una masa de bizcocho esponjoso, rectangular y plana, para que tome la forma redonda. Luego se rellena de chocolate, crema de café,…Et voila!”.
Diego nos cuenta que, gracias a Sheffield, eligió el Reino Unido para cursar el tercer curso de la ESO en un prestigioso colegio con internado. “En Inglaterra la Navidad se la toman muy en serio. En Londres es algo mágico, que se palpa en el aire. Cada escaparate, cada departamento de Harrod’s (los grandes almacenes), es un espectáculo único. En el distrito de Covent Garden, cada año decoran la galería central y los alrededores de la plaza con bolas gigantes y divertidas figuras navideñas. ¡Había un reno que medía más de 10 metros de altura! Con los compis del colegio y Patrick, el tutor, fuimos a patinar todos en la zona de Somerset House (en la orilla norte del Támesis) y luego a Winter Wonderland, un parque de atracciones ubicado en el mismísimo Hyde Park. Unas Navidades maravillosas. Por lo que se refiere a los dulces, confieso que, desde siempre, me pierden los mince pies, unos riquísimos pastelitos de picadillo de frutas con especias. ”
Marcos sacude la cabeza mostrando su aprobación y comenta que pasó un año inolvidable en Estados Unidos: “Gracias al programa de año escolar con visado J1 de Sheffield, pude estudiar 4º de la ESO en un High School. Tuve la suerte de vivir en una localidad muy próxima a Charlotte, en Carolina del Norte. A unos 25 km de allí se encuentra el famoso McAdenville, un pueblecito encantador que sobrepasa de poco los 500 habitantes. Allí nació la usanza de adornar, con luces de colores, todos los árboles del lugar y, poco a poco, la tradición se extendió a casas, puentes, viviendas, bibliotecas, etc. Cada 1 de diciembre, casi 500.000 luces se encienden para acoger a los turistas que acuden para saludar a la Navidad que llega con su magia. Yo hice el trayecto, por las calles de McAdenville, en un carro, junto con Mark y Jennifer, mis “hermanos” americanos. En Navidad, como cada estadounidense que se precie, comimos un delicioso pavo asado pero no puedo olvidar las decoraciones y las gingerbread, galletas de jengibre con forma de muñeco o casita. ¡No puedo parar de comerlas cuando las veo!
Andrea, por su parte, hizo la maleta y se fue literalmente a las antípodas. “Me apetecía estudiar inglés en un País distinto, pasar una Navidad incomparable y en Sheffield me aconsejaron ir a Australia. Dicho y hecho. Aterricé en Sidney. Allí, gracias a Sheffield, me esperaba un chofer que me llevó a la residencia estudiantil. La Escuela es una pasada y comparte el campus con una prestigiosa universidad. Es algo sorprendente celebrar la Navidad allí, en pleno verano, en la playa de Bondi, a más de 30 grados... Papá Noel lleva, por supuesto, gorrito y barba, pero ¡está en traje de baño! Los niños acuden a Bondi Beach para hacer muñecos de nieve con la arena y se celebran suculentas barbacoas de mariscos. Un dulce típico navideño de allí se llama Pavlova. Es un pastel de merengue, cubierto de nata montada y fruta. Y para que no os quedéis con la curiosidad, os diré que se llama así por Anna Pavlova, la leyendaria bailarina de San Petersburgo que hizo una gira por esos lares, en los años veinte del pasado siglo”.
Beltrán cierra el listado de los intervinientes: “Yo me decidí por Escocia y, en concreto, por Edimburgo. Allí preparé mi examen del First Certificate en la magnífica escuela que Sheffield me encontró, muy cerca del castillo. Visité, gracias a los consejos de Silvia, la exposición de esculturas de hielo en George Street, la Edinburgh Christmas Ice Adventure: estatuas en hielo que representan a los personajes y animales más famosos de Escocia: el rey Robert I The Bruce, la Reina María Estuardo, el Monstruo del Lago Ness, ardillas,… Luego me dirigí hacia Princes Street, donde habían montado un laberinto de abetos. Por último, subí encima de las sillas voladoras del Star Flyer. La Navidad la celebré con mi familia escocesa alrededor de una mesa interminable, intentando cantar villancicos y saboreando la gastronomía. Mi postre favorito es el crannachan. Está hecho con nata montada, frutas del bosque, miel, copos de avena y un “pelín” de whisky. Se sirve en una copa de cristal, para que resalte, en todo su esplendor, el bonito contraste entre el blanco de la nata y el color vívido de frambuesas y arándanos.”
Llega el momento de despedirse de nuestros amigos. Todos recuerdan con muchísimo cariño sus estudios en el extranjero y las experiencias que han vivido. Aprender un idioma, al fin y al cabo, es vivirlo, compartirlos con los demás.
Desde Sheffield Centre os deseamos a todos una Navidad colma de felicidad, paz y salud.
El equipo de Sheffield Centre
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